Crear una startup es una gran ilusión. Sus fundadores dan lo mejor de si para que su idea se convierta en un negocio rentable. En el camino tienen que contar con la ayuda de inversores, trabajadores y socios, así como esperar que el entorno no les sea muy desfavorable. Luchar contra todos estos elementos no es fácil. Son muchas las cosas que pueden salir mal. En este artículo veremos las principales razones por la que fracasan las startups.
Por desgracias, no existe una fórmula infalible que garantice el éxito de una empresa. Detrás de cada historia de éxito hay grandes dosis de trabajo, intuición, experiencia y, en gran medida, suerte. En cualquier caso, hay que tomar miles de decisiones sobre el producto o servicio, sobre cómo presentárselo al mercado, los recursos humanos y financieros necesarios y cómo liderarlo todo para mantener el equilibrio en un entorno en constante cambio. Estas decisiones han de ser las adecuadas en todo momento, ya que la línea que separa el éxito del fracaso es muy delgada.
Según múltiples estudios, nueve de cada diez startups terminan en fracaso. Además de esto, según un estudio de Harvard Business School, el 75% de las empresas no son capaces de devolver la inversión que recibieron del capital riesgo. De hecho, la mitad de estas (entre el 30 y 40% de las empresas) no devuelven ni un solo euro. Esto es, a pesar de toda la ilusión y esfuerzo, en la mayoría de las ocasiones la startup no es capaz de vencer las adversidades.
Recurrentemente, se han intentado identificar las causas del fracaso. Se pueden encontrar relatos de los propios emprendedores describiendo su experiencia o declaraciones de inversores mostrando su punto de vista sobre lo qué le falta a una startup para decidir no invertir en ellas. También se han publicado diversos estudios, más o menos serios, en los que se enumeran las causas del fracaso. Por ejemplo, es de interés el estudio de la consultora CB Insights o el publicado en Harvard Business Review. Por otro lado, existen mucho libros al respecto. Uno de los más conocidos es el de Tom Eisenmann, profesor de emprendimiento de la Harvard Business School, cuyo título es ‘Why Startups Fail‘ (Por qué fallan las startups).
En general, se puede concluir que las razones principales por la que fracasan las startups son las que se muestran a continuación.
No existe mercado
No todas las buenas ideas son comercialmente viables. Para que una idea se convierta en un producto o servicio de éxito es necesario que responda a una necesidad real del mercado y que se pueda implementar adecuadamente al precio que los clientes estén dispuestos a pagar por él.
Si no aporta ningún valor al mercado (resuelve una necesidad mejor que lo existente) y al precio correcto, es muy difícil sacar el proyecto adelante. El proyecto tiene que contar con algún tipo de ventaja competitiva. Esta ventaja no tiene por qué ser nada revolucionario. Puede ser la comodidad, el precio o la estética. Sea lo que sea, debe hacerse pensando en los futuros clientes. Tan malo es proponer soluciones manidas como adelantarse al mercado.
Aunque esto parezca una obviedad, la falta de mercado es la principal razón del fracaso de las startups. Es importante testear, medir y estudiar antes de lanzarse. Lo que sucede de forma idílica en la cabeza del emprendedor, no siempre lo corrobora la cruda realidad.
Quedarse sin dinero
El segundo motivo por el que fracasan las startups es la falta de liquidez. Puede que los fundadores estén temporalmente dispuestos a trabajar sin tener ingresos, pero si necesitan personal especializado, fabricar productos o desplegar una logística, necesitaran recursos financieros.
El dinero propio, el de amigos y familiares no suele durar mucho, sobre todo si no se es extremadamente riguroso en el gasto. Los bancos no suelen invertir en empresas sin historial, por lo que solo queda acudir a las aceleradoras o incubadoras de empresas o convencer al capital riesgo. En este artículo puede ver qué es el capital riesgo para emprendedores.
A pesar de ello, frecuentemente las empresas acaban consumiendo todos sus recursos antes de lograr beneficios. El hecho de obtener apoyo de un inversor no es garantía suficiente. Las finanzas son siempre una amenaza para un emprendedor. Es posible que en lo último en lo que se quiera pensar es en el dinero pero, si no se hace, si no se presta atención a las finanzas, el proyecto tiene muchas posibilidades de fracasar.
No contar con el equipo humano adecuado
Crear una startup es una locura. De repente hay tomar multitud de decisiones y todas ellas son urgentes. Frecuentemente se intentan resolver los problemas con atajos. Uno de estos problemas es crear un equipo de trabajo equilibrado, competente y comprometido.
Esto no es nada fácil. En los primeros años no se suele contar con mucho dinero, por lo que no se puede ofrecer un buen salario. Por otro lado, hay mucho por hacer, por lo que hay un exceso de trabajo. En estas circunstancias se hace lo que se puede: se contrata al amigo, al familiar o al recomendado. Se puede tener suerte pero, si no resultan ser las personas adecuadas, es una garantía de fracaso.
Es importante prestar atención al equipo de trabajo. Asegurarse de que cada uno de ellos aporta los conocimientos y personalidad necesaria. Un equipo de trabajo apropiado es también un activo importante para que el capital riesgo considere el proyecto. A veces es casi más importante que el propio proyecto.
En este sentido, uno de los aspectos más importantes es tener definida claramente la persona que liderará las decisiones de la empresa. Tener claro quien es el CEO (Director General o Presidente, como se le quiera llamar) es fundamental para construir el equipo y liderar la estrategia de la nueva empresa. Aparte de esto, en general, alguien tiene que ocuparse del diseño del producto o servicio, así como de producirlo y mantenerlo; de estudiar y comunicarse con el mercado (marketing); de las finanzas y de relacionarse con el entorno (socios, proveedores, inversores, etc.).
Hay quien piensa que, si el equipo fundador no es capaz de hacer todo esto, de crear su producto por sí solo, o con una pequeña ayuda de colaboradores, entonces no deberían fundar una startup. No obstante, hay muchos ejemplos de éxito en sentido contrario. Una buena alternativa es fichar desde el principio esos perfiles profesionales de los que se carece ofreciéndoles una parte del capital de la compañía.
Ignorar a la competencia
El día a día del emprendedor le exige que se centre en su producto o servicio, sus clientes, sus finanzas y su equipo humano. Esto hace que, frecuentemente, no levante la cabeza para observar lo que está haciendo la competencia. El mundo de las startups es muy dinámico. Continuamente están surgiendo nuevas ideas y nuevas empresas que, quizás, estén poniendo su foco en nuestro nicho de mercado.
Crear una empresa es luchar por hacerse un hueco en el mercado y mantener la posición frente los continuos ataques de la competencia. Defenderse de estos ataques supone tomar decisiones de marketing, adaptar nuestro producto o servicio o llegar a acuerdos de colaboración. Las posibilidades son muchas. Evidentemente, no hay que obsesionarse con la competencia, pero tampoco ignorarlas.
La competencia es la cuarta causa más frecuente por la que fracasan las startups
Mala fijación del precio
Aunque parezca algo simple, la fijación de precios es realmente compleja. Para muchas empresas, el dar con el precio adecuado ha sido la clave de su éxito, mientras que para otras se ha convertido en la razón de su fracaso. Fijar un precio es mucho más que añadirle un margen a los costes. De hecho, frecuentemente, la estructura de costes y de precios son completamente distintas. Podemos decir que, en las empresas innovadoras, la fijación de una adecuada estructura de precios, más allá de las consideraciones técnicas necesarias, tiene mucho de arte, intuición, experiencia y suerte.
Lo ideal es cobrar lo máximo que el cliente está dispuesto a pagar y disminuir los costes fijos al máximo. El problema es que las nuevas empresas innovadoras requieren dar a conocer su producto, servicio o marca (gastos de marketing), produciendo pocas cantidades (mala economía de escala) y afrontando problemas logísticos y estructurales. Encontrar la solución a este rompecabezas no es fácil.
Frecuentemente, el precio es un problema de comunicación. La clave es ser capaz de comunicarle al cliente todo el valor que le aportamos. No se trata de vender barato o caro, sino de que los clientes perciban que reciben más de lo que pagan. En este sentido, conceptos como comodidad, exclusividad, conveniencia, flexibilidad, personalización o cercanía forman parte del precio.
Si el precio no es el adecuado, porque el cliente no está dispuesto a pagarlo o porque no llega a cubrir los costes, la empresa se encamina al fracaso.
Problemas con el producto o servicio
Los estudios de las consultoras revelan que no es raro que las startups acaben poniendo en el mercado un producto o servicio que no funciona todo lo bien que debiera. Se tiende a no prestarle suficiente atención a los detalles. Nos centramos en resolver la funcionalidad principal y confiar en que seremos capaces de hacerle frente a los imprevistos. Lo que pasa es que estos imprevistos pueden llegar a ser insalvables.
A veces, las empresas tienen el problema conocido como mentalidad de silo. Esto es, cada persona o cada equipo está centrado exclusivamente en lo suyo, sin comunicarse con los demás. El resultado puede ser un conjunto de magníficas soluciones individuales que forman un todo que es un desastre.
Por otro lado, al diseñar un producto o servicio hay que tener siempre en mente al cliente o usuario. Éstos no serán ingenieros y es posible que no tengan experiencia previa con soluciones similares. Usabilidad, funcionalidad, facilidad, comodidad o versatilidad son conceptos que no siempre son tenidos en cuenta. El resultado es que se ofrece un producto o servicio hostil, que los clientes o usuario no siempre son capaces de asimilar.
Por último, en ocasiones surgen problemas de logística, comunicación o recursos humanos que hacen que, simplemente, se esté ofreciendo un mal servicio y no seamos capaces de reponernos.
Falta de modelo de negocio
El modelo de negocio es un estudio que recoge aquellos aspectos que definen cómo la empresa va a obtener ingresos y cómo serán sus gastos. Se trata de una herramienta que permite definir con claridad lo que se le va a ofrecer al mercado, cómo se le va a ofrecer, a quién se le va a ofrecer, cómo se le va a vender y de qué forma se va a generar los ingresos.
Aunque coloquialmente se suele definir el modelo de negocio como la forma en la que la empresa gana dinero, en realidad es mucho más. Define también quienes son los clientes, cómo se llega a ellos, como se crea el producto o servicio que se ofrece, cual es la estructura de costes, etc.
Los modelos que funcionan son aquellos que son capaces de crear valor para el cliente. Esto es, aquellos que tienen una propuesta clara y diferenciadora y son capaces de establecer una relación estable de compromiso y confianza con los clientes.
Cada startup tiene que ir encontrando el equilibrio entre los recursos que va teniendo a su alcance y la forma de llegar a su mercado. El modelo de negocio nos ayuda a definir los parámetros dentro de los cuales se tienen que mover las decisiones de la empresa.
No reflexionar sobre el modelo de negocio hace que se puedan tomar decisiones equivocadas que lleven a la empresa al fracaso. Las consultoras identifican que la falta del modelo de negocio supone un motivo importante del fracaso de la startups.
Tiempo de lanzamiento del producto
Parece mentira pero, a veces, aún haciéndolo todo bien, resulta que no es el momento adecuado. La historia ha dejado por el camino a muchas empresas que se adelantaron al mercado o que llegaron tarde. Por ejemplo, la primera red social online fue Sixdegrees. Creada en 1997, llegó a contar con millones de usuarios, pero su modelo de negocio no funcionó porque se adelantó a su tiempo. En esa época no había el número suficiente de usuarios online para conseguir la masa crítica que garantizase su rentabilidad.
Por otro lado, Google creó Google plus en 2011. Tenía recursos humanos y económicos suficientes, pero fracasó. La razón principal es que llegó tarde. El espacio de esta nueva red social ya estaba completamente ocupado por Facebook.
Tener una buena idea de producto o servicio es importante, pero también lo es saber exactamente cuándo lanzarlo al mercado. A veces, hay circunstancias ajenas que desaconsejan un lanzamiento o, por el contrario, que proporcionan una buena ola impulsora a la que subirse. Por otro lado, el mercado podría no estar culturalmente o socialmente preparado para asimilar esa innovación.
El hecho es que distintas consultoras identifican el tiempo de lanzamiento del producto (time to market) como una causa importante del fracaso de la startup.
Conclusiones
Aquí se han expuesto las principales razones por las que, según distintos estudios, fracasan las startups. No obstante, la mayoría de los estudios coinciden en determinar que las empresas emergentes no fracasan debido a una sola causa, sino que se trata más bien de un desequilibrio; el no poder o saber abordar cada uno de los frentes necesarios para mantenerse a flote en este mar tempestuoso del libre mercado.
En la mayoría de los casos, las startups hacen muchas cosas bien, incluso excelentemente bien. Pero basta una o dos vías de agua para que el barco se termine hundiendo. No es fácil atender a todo. El emprendedor tiene que ocuparse de: definir un modelo de negocio, crear un buen equipo de trabajo y mantenerlo motivado, ocuparse activamente de conocer su mercado y de relacionarse con él y mantener las finanzas bajo control. Además de todo lo anterior, hay que tener suerte.
Si lo sintetizamos al máximo, podemos decir que las razones principales son la escasa visión de mercado y la falta de dinero. No obstante, al listado se pueden incorporar muchas otras causas no expuestas, como son: el agotamiento, la falta de contactos, perder el foco, falta de flexibilidad y un largo etcétera.
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