La historia del teléfono es una de tantas en las que el hombre rico e influyente le acaba ganando la partida al pobre marginado. Antonio Meucci fue una persona muy inquieta, apasionado por descubrir nuevas formas de hacer las cosas. Aunque tuvo distintos inventos, el que más influencia ha tenido en la historia ha sido el teléfono. Descubramos la historia del inventor del teléfono.
Alexander Graham Bell fue considerado el inventor del teléfono hasta el año 2002. Ese año, el Congreso de los Estados Unidos reconoció oficialmente que el inventor real fue Antonio Meucci. Un siglo y medio después de la invención, por fin Meucci obtendría el reconocimiento merecido.
Orígenes del invento del teléfono
Los orígenes del invento del teléfono han estado siempre inmerso en una cierta polémica. Para los franceses, el inventor del teléfono es el primero que expuso la teoría: Charles Bourseul. Los alemanes están a favor de que el mérito es del primero que construyó un aparato llamado teléfono: Johann Philipp Reis. Para el mundo anglosajón no cabe duda que el inventor del teléfono fue quien lo desarrolló: Alexander Graham Bell. Por último, para los italianos y el Congreso de los Estados Unidos el merecedor de la gloria es Antonio Meucci.
Según parece, la segunda mitad del siglo XIX fue muy activa en intentos de desarrollar un aparato que fuese capaz de transmitir la voz a distancia. Una de las primeras persona en darse cuenta que esto era posible fue el telegrafista francés Charles Bourseul. El 26 de agosto de 1854 publicó en L’illustration de París una nota en la que decía: ”Imaginad que se hable cerca de una placa móvil bastante flexible para que no se pierda ninguna de las vibraciones producidas por la voz; imaginad que esta placa establezca e interrumpa sucesivamente la comunicación con una pila; se podrá tener a distancia otra placa que ejecutará exactamente las mismas vibraciones”. Bourcel se quedó en la teoría.
El primer intento práctico del que se tiene conocimiento se realizó en 1861. Ese año, el alemán Johann Philipp Reis construyó un aparato, al que llamó teléfono, que era capaz de transmitir sonido a distancia. Desgraciadamente, ese aparato tenía una escasa eficiencia, por lo que nunca alcanzó distancias superiores a los 100 metros. Además, aunque se hicieron pruebas en las que se transmitía sonido, nunca se demostró que fuese capaz de transmitir voz de forma inteligible. A pesar de ello, el 22 de marzo de 1876, una editorial de The New York Times, titulada The telephone, le otorgaba la invención del teléfono.
Por cierto, en las pruebas realizadas por Reis, se dice que la primera frase que se transmitió fue: ”Das Pferd frisst keinen Gurkensalat” (El caballo no come ensalada de pepino).
Para quien le guste la historia de la tecnología, a este puzle tendría que añadir el nombre de Innocenzo Manzetti (1826-1877). Vivía en Aosta (Italia) y en 1964 construyó un teléfono eléctrico de invención propia. Al año siguiente presentó a la prensa una versión mejorada, lo que causó una verdadera expectación. Nunca lo patentó y, por desgracia, murió prematuramente en 1877. Aún quedan los recortes de prensa.
La verdadera disputa de quién inventó el teléfono
A pesar de lo anterior, la verdadera disputa de quién es el inventor del teléfono se limita a dos personas. Por una parte interviene Antonio Meucci, un emigrante italiano con gran ingenio para la técnica, pero con pocas cualidades empresariales o para los idiomas. Una anécdota, esta última, que marcó claramente su destino. Por otra, un emigrante escocés, Alexander Graham Bell, con buena posición social y habilidad para los negocios. Aunque ambos vivían en Estados Unidos en el momento de sus invenciones, sus distintas nacionalidades de origen influyeron para que cada uno de ellos tuvieran defensores y detractores, independientemente de los hechos reales ocurridos.
El resultado fue que Alexander Graham Bell se llevó la patente, la fortuna y la gloria. No obstante, parece que la historia le está dando algo de esto último a Antonio Meucci al reconocerlo como el verdadero creador del primer aparato telefónico que permitía transmitir la voz a larga distancia.
Quién era Antonio Meucci
Antonio Santi Giuseppe Meucci nació en abril de 1808 en San Frediano, un pueblo cerca de Florencia (Italia). Estudió dibujo y mecánica en la Academia de Bellas Artes de Florencia (lo que hoy sería ingeniería industrial). Primero trabajó como empleado aduanero. Al poco, lo contrataron como mecánico (tramoyista) en el Teatro Pergolla de Florencia.
Para comunicar el escenario con la sala de control del teatro construyó en 1834 un comunicador acústico (no eléctrico) como el que se utilizaba en los barcos. En el teatro conoció a Ester Mochi, que era diseñadora de vestuario. Se casaron en agosto de 1834.
En 1835 Meucci fue acusado y encarcelado por conspiración política, así que emigraron a Cuba. Allí trabajó como jefe de mecánica en el Gran Teatro Tacón de La Habana.
No obstante, su gran pasión era la ciencia y la experimentación, lo que le llevó a desarrollar una gran variedad de inventos. Uno de ellos, que llegó a alcanzar una gran popularidad en su tiempo, fue un método de descargas eléctricas para tratar enfermedades.
En 1849 se preparaba para administrar uno de estos tratamientos. El paciente, que tenía fuertes dolores de cabeza, sujetaba una placa de cobre conectada a unos hilos conductores. La batería y el mecanismo de descarga lo tenía en la habitación contigua. Desde allí, Meucci le indicó al paciente que se introdujera la placa en la boca. Al hacer la descarga, el hombre gritó de dolor. En ese instante, Meucci pudo apreciar claramente cómo salía sonido desde el aparato. Acercó el oído y pudo comprobar que podía escuchar la voz del paciente a través de él.
El hecho es que descubrió que se podía transmitir la voz utilizando la electricidad. Después de darle vueltas a la idea, se cree que consiguió construir su primer aparato telefónico ese mismo año 1849. Este aparato lo llegó a utilizar en el teatro Tacón. Para Cuba, el inventor del teléfono es Meucci y se inventó en este país.
El matrimonio Meucci gozaba de una posición muy acomodada en Cuba. Por desgracias, el teatro Tacón sufrió una gran incendio y quedó totalmente destruido. Esto hizo que en 1850 el matrimonio Meucci decidieran emigran a Clifton, en Staten Island, cerca de Nueva York. Allí vivían en un entorno de inmigrantes italianos. Meucci fue siempre respetado como un prohombre de la comunidad italiana de Nueva York.
Meucci desarrolló nuevos inventos y los utilizó en distintas aventuras empresariales que nunca proliferaron. Por ejemplo, creó un nuevo sistema de galvanizado, un sistema de filtros para la depuración del agua o introdujo el uso de la parafina en la fabricación de velas (hasta ese momento las velas se fabricaban con grasa de animales).
Los intentos de Meucci por patentar su teléfono
El fuerte reumatismo que padecía su esposa la dejaron postrada. Ella pasaba el día en su dormitorio en la primera planta de su casa, mientras que Meucci trabajaba en el sótano. En 1852 continuó con sus experimentos sobre el teléfono e instaló una línea entre el laboratorio y el dormitorio donde estaba su mujer. En 1854 introdujo en el diseño un electroimán de herradura, en 1858 construyó un modelo con bobina y en 1859 utilizó un diafragma metálico.
Consciente de la importancia de este invento, al que llamó teletrófono, intentó captar capital para su comercialización. En 1860 organizó demostraciones públicas e, incluso, publicó una descripción de su aparato telefónico en un periódico italiano de Nueva York.
La descripción decía lo siguiente (el original está escrito en italiano): ‘Consiste en un magneto electrificado por un hilo en espiral y un diafragma vibratorio. Al vibrar los sonidos de las palabras, el diafragma actúa sobre la corriente, generando interrupciones muy rápidas de la electricidad, como las vibraciones del diafragma. Estos cambios de corriente, al llegar al otro extremo, provocan vibraciones análogas al diafragma receptor, que reproduce las palabras‘.
Lo cierto es que la prometida financiación nunca llegó. Nadie vio la utilidad de un telégrafo parlante.
En 1871 creó la Compañía Telettrofono e hizo una inscripción preliminar de patente (caveat, en su terminología en inglés) que renovó en 1872 y 1873, pero nunca pudo reunir la suma de 250 dólares para hacer el registro de patentes definitivo. De hecho, no pudo ni reunir 10 dólares para renovar la inscripción preliminar en 1874.
Para más desgracias, un accidente le mantuvo largo tiempo en el hospital, lo que obligó a su esposa a vender varios de sus prototipos, incluido su primer teléfono, por 6 dólares.
La patente de Alexander Graham Bell
En sus esfuerzos por ser reconocido como el inventor del teléfono y rentabilizar algo en lo que había invertido tanto tiempo, Meucci le pidió al empresario Edward B. Grant, vicepresidente de una filial de la Western Union Telegraph Company, que le dejara demostrarle las posibilidades que tenía su aparato parlante en la red de telégrafos de su compañía. Lo cierto es que nunca lo recibieron, ni le devolvieron los prototipos que les envió. Le argumentaron que se habían perdido, pero, curiosamente, Alexander Graham Bell trabajaba en el laboratorio de Western Union donde, supuestamente, se habían guardado estos modelos. También trabajaba allí Elisha Gray, del que hablaremos más adelante.
Bell hizo una inscripción preliminar de patente el 14 de febrero de 1876, que, aunque no describía el teléfono, se refería a él. La patente oficial quedaría registrada en la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos el 7 de marzo de 1876, en Washington, con la patente nº 174.465. En esta patente se puede leer que se trata de un ‘..aparato para transmitir los sonidos vocales u otros sonidos telegráficamente … causando ondulaciones eléctricas similares en forma a las vibraciones del aire que acompaña a dicho sonido vocal u otro sonido‘.
Las intrigas no acaban aquí. Por inverosímil que parezca, el colega de Bell en la oficina de Western Union, Elisha Gray, también había presentado una patente simplificada el 14 de febrero de 1876, el mismo día que Bell. Todavía existe controversia sobre qué patente se presentó primero. El hecho es que la idea de Gray se basaba en un sistema de telegrafía acústica y transmitía el habla usando un transmisor de agua.
El 10 de marzo de 1876, tres días más tarde de la fecha de la patente, Graham Bell consigue hacer funcionar el teléfono pronunciando la frase que se haría famosa. Su ayudante, Thomas A. Watson, se encontraba en la habitación contigua y pudo escuchar a través del teléfono cómo Bell le decía: ‘Señor Watson, ven aquí, quiero verte’.
Bell dibujaría en su cuaderno el diagrama del teléfono que construyó ese día 10. Curiosamente, se trataba de un diagrama muy similar al patentado por Gray. Resulta que la famosa frase se había transmitido utilizando el diseño de transmisor de agua de Gray. Bell diría que lo hizo solo como un experimento científico conceptual.
Alexander Graham Bell, junto con Gardiner Greene Hubbard, crearon la Bell Telephone Co. el 9 de julio de 1877.
Meucci vs Bell
Meucci contactó con un abogado para protestar por este hecho, pero, misteriosamente, toda la documentación de registro de patentes que había realizado Meucci en los años anteriores había desaparecido.
En septiembre de 1883, Meucci llegó a un acuerdo con la compañía Globe Telephone Co. para explotar su modelo de teléfono. Estos empresarios apostaron por que Meucci tendría preferencia en la invención del teléfono. El caso llegó a los tribunales.
En 1886 el Secretario de Estado llegó a confirmar que había suficientes pruebas para otorgar el invento del teléfono a Meucci. El propio Thomas Alva Edison (quien patentara el invento de la bombilla pocos años después) envió una carta al juez posicionándose a favor de Meucci. De hecho, en 1887 el Gobierno de Los Estados Unidos le anuló la patente a Bell.
Todo fue en vano. En julio de 1887, la decisión del juez Wallace fue totalmente favorable a los intereses de la Bell Company. Por otro lado, la resolución definitiva del juicio sobre la patente se fue posponiendo año tras año hasta que Meucci murió en 1896 y el caso se cerró tal cual.
Posteriormente aparecieron muchas pruebas que ponían en duda la originalidad de la patente de Bell. Por ejemplo, el examinador de patentes, Zenas Fisk Wilber, declaró que estaba muy endeudado con el abogado de Bell, Marcellus Bailey. Afirmó que le había enseñado la patente de Gray tanto a Bell como a su abogado y que Bell le había pagado 100 dólares. Además, en una carta que Bell le envió a Gray, le reconoció que había aprendió algunos detalles técnicos al ver su patente. Según parece, incluso el propio abogado de Meucci fue sobornado por Bell para no defender las reclamaciones de Meucci.
El rico, Bell, le ganó la batalla al pobre, Meucci. En realidad, no solo le ganó a Meucci, sino también a Elisha Gray y a Western Union. Bell tuvo que defender su patente durante 18 largos años de litigios. Consiguió ganar las 600 demandas judiciales que recibió, todas. Todo apuntaba a que el inventor del teléfono sería definitivamente Alexander Graham Bell.
En defensa de Alexander Graham Bell
Evidentemente, no se puede decir nada para defender su comportamiento en relación con la patente del teléfono. No obstante, es justo añadir que Bell realizó otros grandes inventos y que fue capaz de implantar el teléfono a escala internacional.
El nombre de Bell aparece en 30 patentes. En 18 de ellas aparece su nombre exclusivamente y en otras 12 junto con colaboradores.
A modo de ejemplo, resaltaremos que el nombre decibelio, como unidad de intensidad sonora, se debe él; que fue uno de los fundadores de la National Geographic Society o que patentó un sistema de comunicación inalámbrica: el fotófono (desarrollado en colaboración con Charles Sumner Tainter).
Gracias al fotófono se conseguía transmitir la voz mediante un haz de luz. Esto, no solo fue un precursor de los sistemas de luz utilizados por la fibra óptica, sino que lo pusieron en práctica el 21 de junio de 1880 logrando transmitir la voz sin cable a una distancia de unos 200 metros. Esto ocurrió 19 años antes de la primera transmisión de voz por radio.
Poco antes de su muerte, Bell le declaró a un periodista que ‘El fotófono es la invención más grande que jamás he hecho, mayor que el teléfono‘.
La victoria final de Antonio Meucci
Meucci falleció en Nueva York el 18 de octubre de 1889. Nunca vivió el reconocimiento a su talento, ni pudo beneficiarse de ninguna forma de él. De hecho, la defensa de sus derechos durante sus último años solo le trajeron un gran sentimiento de frustración.
Desde luego, no le ayudaron sus pocos conocimientos de inglés ni su escasa experiencia en temas legales. Finalmente, los intereses económicos de las grandes corporaciones pudieron con él. No obstante, en medio de esta oscuridad, Meucci sí fue capaz de hacer entender al juez que no cabía duda de quién era el inventor del teléfono.
Ha tenido que pasar más de un siglo, pero finalmente el Congreso de los Estados Unidos le reconoció a Meucci su invención. La resolución 269 del 11 de junio de 2002 dice: «La vida y obra de Antonio Meucci deben obtener un justo reconocimiento, y debe serle atribuida la invención del teléfono”.
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No cabe duda de que el teléfono es uno de los inventos más importantes de la historia. Las telecomunicaciones y las tecnologías de la información están influyendo de forma determinante en la vida cotidiana. Hay muchas historias detrás de estas tecnologías. En este blog se han tratado algunas de ellas.
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